Y ojo: para bien. Espectáculo en todas las categorías, reservando (hasta el grifo del agua) el más asombroso para los chavales de las motos gordas. Un sueño hecho realidad.
Chavales, sí; porque eso son los tres del podio de MotoGP de este domingo y del pasado; con un Joan Mir solvente en las dos citas del Red Bull Ring.
Pero la revolución va más allá. El Gran Premio de Austria estrenó patrocinador de campanillas del mundo de las criptomonedas. Una guinda más de un pastel que, constantemente, renueva su receta.
¿La juventud al poder? ¡No! Renovarse o morir. MotoGP escenificó en sus dos citas consecutivas del Red Bull Ring todo el plantel de medidas para que el negocio siga adelante.
Todo empezó el jueves con el asunto de Maverick Viñales. La cuerda debía romperse por el sitio más débil, y el piloto pidió perdón, obligado.
Y obligado, digo, dos veces: una a pedirlo y otra a hacerlo, también, en la tele española y no sólo en la italiana.
Que vuelva o no en Silverstone, dentro de quince días, ahora ya es, simplemente, cuestión de abogados.
Marc Márquez, con Enantyum. Lo que tomamos la mayoría de puretas para el dolor de articulaciones, pero en vena.
La locura de 2020 la pagará, en forma de dolor, el resto de su vida. El nuevo MotoGP ha aprendido la lección también en esto. Pero tarde para Marc.
Hizo un carrerón y demostró quién es, incluso con la caída. Su liderazgo entrando con todos detrás, evidente. Menos el tío que ganó: Brad Binder.
Valentino Rossi escenificó el inicio de sus despedidas de la afición este año: no volverán a verle correr aquí, donde casi se mata, en 2020. Hizo una carrera solvente.
Y soñó con el podio 200. Le echó tantos bemoles como Binder; y el epítome del buen rollo lo escenificó un helicóptero de Red Bull homanajeando al mito viviente de Monster.
Pol Espargaró encarna la nómina (enorme) de víctimas de los nuevos tiempos, con un agravante suplementario: él lleva una Honda y hasta el año pasado, una KTM como las que ya ganan.
Él sabe que los más jóvenes (ojalá yo fuera tan viejo como Pol) van a seguir llegando en oleadas a la parrilla de MotoGP. Voy con los dos de siempre, de Moto3 y Moto2.
Raúl Fernández, monumental en pista. Pero se equivocó en el micro: mención absurda a unos haters irrelevantes y recado improcedente a KTM sin tratar los asuntos en privado, previamente.
Y fantástica lección para Pedro Acosta. Perder esta carrera; y aún más el podio (pero salvando los muebles de la general) es el tipo de cosas que a una estrella en formación le servirán para brillar eternamente y no convertirse en supernova y desaparecer.
El último fin de semana de agosto se celebra el Gran Premio de Gran Bretaña. Y MotoGP seguirá exhibiendo músculo en forma de renovación imparable. A todos los niveles. Sin hacer prisioneros.
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