Hace unos años, en pleno auge de mi fiebre circuiteril, mi amiga Aurora me llamó para decirme si quería llevar la moto3 que estaban fabricando en su universidad en el próximo MotoStudent, la competición internacional de prototipos moto3. Acepté sin dudarlo. Sabía que me iba a encontrar muchos pilotos con experiencia e incluso renombre, aunque las normativas lo impidiesen. Pero también sabía que, a falta de tener un ritmo realmente rápido sobre una 600cc o una 1000cc (sobre todo esta última) … lo que sabía mejor que nadie era que pesaba menos de 60kg y que esta era mi oportunidad.
Todo era bonito y divertido, hasta que me percaté que el equipo con el que iba a correr, apenas había trabajado en la moto. Terminaron de ensamblarla el miércoles previo al domingo de carrera, allí, en el propio circuito, que en esta edición sería en el Circuito de Motorland. Un circuito muy propicio para monocilindricos de 250cc. Pero… ¿qué sería una auténtica participación mía en una competición de nivel internacional, sin estos imprevistos a falta de unas hora? – Ya os lo digo yo: algo irreal.
Miedo escénico
Así que ahí estaba yo, un miércoles de no recuerdo que día, subiéndome a una Moto3 a la cual estaban colocando los semimanillares y las estriberas donde yo les indicaba.
Al mismo tiempo, yo no paraba de ver pilotos con monos llenos de publicidad, monos repetidos, unos raspados, otros nuevos … ¡Dónde me había metido! … si yo no era más que un simple tandero … ¡Madre mía! Empecé a ponerme nervioso.
La moto no había hecho ni el rodaje, y el resto de equipos llevaba meses trabajando exclusivamente en el banco de potencia… de puta madre.
Primeros entrenamientos: salgo a pista, y empiezo a rodar… increíble pero cierto, empecé a rebasar pilotos. Entro a boxes y … 2:30min, entre los 10 primeros (de más de 30 pilotos) … me vengo arriba y vuelvo a salir. Empiezo a rodar y ¡veo que la moto corre! y voy rebasando pilotos sin yo creerlo. Vuelvo a entrar a boxes y, 2:28, estaba en los 5 primeros. ¡No me lo creía!
Al día siguiente, eran los segundos entrenamientos libres y la crono. Pero hubo un punto de inflexión… los mecánicos “se lo creyeron”, se vinieron arriba (como yo) pero empezaron a pensar que sus ajustes eran más óptimos que los que el piloto (yo) les sugería, y empeñados en exprimir el potencial de un motor que no lo necesitaba, gracias a mis 57kg, cambiaron todos los desarrollos a mi pesar, y ello provocó que la moto no corriese y que todos los cambios de marcha me tocaran en plena curva (recordemos que es un circuito muy largo). Intenté explicárselo, pero hay cosas que solo se entienden encima de la moto…
Para la crono conseguí convencerles y me pusieron los desarrollos con los que me sentía a gusto. Salgo y… en la primera vuelta me doy cuenta que no me los han cambiado… ¡hay boicot en mi propio equipo! … de risa. ¿Resultado? 2:33, peor tiempo que ayer y clasificado el 15º.
Pese a todo… ¡disfrutando!
Esto supuso, al fin y al cabo, una ventaja, ya que salí a parrilla sin nervios, sin preocupaciones, sin presión y con bastante mala ost** … me daba igual todo. Ahí estaba yo, en un momento especial en mi vida como piloto en potencia, mi primera carrera, rodeado de motos en una parrilla con un semáforo que nadie sabe cuando se pondría en verde. No tenía nervios, más bien estaba cansado de ver el semáforo rojo. Se pone verde. Porfín. Salgo con tan mala uva, que retuerzo el puño de goma y la moto sale como un disparo. rebaso a 10 pilotos. Esto es, me posiciono 5º. En la subida del primer sector, el piloto de delante tiene un pequeño susto, y solo de parpadear al verle, me adelantan 3 de golpe.
Van pasando las vueltas, y me posiciono en un grupo de tres, entre los que estábamos 5º, 6º y 7º respectivamente. El mayor duelo de la historia; íbamos rebasándonos sin piedad y sin espacio unas 17 veces por vuelta. ¡Era genial! … tenía el escape del piloto de delante a un palmo de mi casco. Rodabamos en menos de 0’3 décimas. Si hubieran retransmitido la carrera, la gente hubiera disfrutado con nuestras “lijadas”.
Mi moto no iba nada mal de motor, pero de chasis, era muy rígida, y a partir de cierta inclinación a cierto ritmo, no copiaba bien, y traqueteaba, obligándote a levantar un poco. Siempre me sucedía en la última curva (el curvón de Motorland) … por lo que, para evitar riesgos de caída, realizaba una trazada más abierta, a sabiendas de que me rebasarían, pero en la parte de subida, mis 57kg y el motor de mi moto recuperaban siempre la primera posición de mi grupo.
Todo iba genial hasta que, como usuario habitual de tandas, tengo interiorizado la bandera de cuadros como “última vuelta” a diferencia de en carreras, que significa final. Esto, sumado al increíble presupuesto de mi equipo, que no tenían ni para una pizarra, hacía que yo navegara a ciegas. No sabía cuantas vueltas llevaba, ni cuantas me quedaban. Por supuesto, no sabía cuando era la última vuelta y como novato que era, pensaba que la señalizarían con la bandera de cuadros. Craso error. Cuando la ví ya era demasiado tarde. Como siempre, dejé pasar a uno de los 3 pilotos que íbamos en el grupo en la última curva, con la tranquilidad de que, más adelante en la parte alta, le volvería a rebasar. Última curva, me abro, totalmente ajeno a que era el último viraje, se cuela el de la politécnica de Madrid, encaramos la recta y… bandera de cuadros, fin de la carrera. ¡Había regalado un puesto! … pero bueno, hice un 6º puesto bastante honorable… así que ¡sentimientos encontrados!
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