Andrea Dovizioso rodó por el suelo de la curva 10 y Marc Márquez pasó por penúltima vez por el muro de la recta de meta, donde le ponían “DOVI OUT” y la adrenalina se disparó dentro del casco del piloto. Una última vuelta eterna y una celebración preparada: una máquina de marcianitos en un promontorio al que se subía a través de siete escalones; y el premio era el casco conmemorativo.
Pero Marc Márquez no contaba con un percance: antes de bajarse de la moto, un “achuchón” con Redding le provocó la salida de su maltrecho hombro. Algo se vio en televisión. Marc se tumbó en el asfalto al lado de su moto y sus asistentes enseguida le ayudaron al efecto; y le colocaron el hombro en su sitio. Después, se dirigió al escenario preparado, donde una cámara subjetiva le enfocaba su rostro con un ligero rictus serio: estaba mitigando el dolor a golpe de adrenalina.
Después del podio, lo confesó en directo en la televisión. Y el dolor persiste; aunque ha ido desapareciendo a medida que han ido proliferando las entrevistas. Ha sido una anécdota que casi ha pasado desapercibida si no fuera por la propia sinceridad del piloto. Y que refleja una vez más el lado humano de un genio que, a veces, parece que no lo es: un chico de 25 años; y un siete veces campeón del mundo de motociclismo, cinco de ellas de MotoGP.
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