Los analistas de tráfico siempre repiten que los accidentes más graves suceden cuando se ha dejado atrás la etapa “de aprendizaje”. Y es que en estos primeros meses se tiende a suplir la falta de experiencia con una mayor atención mientras que -posteriormente- ocurre justamente lo contrario; se confía más en la experiencia que en la prudencia.
1- “Conocerse demasiado la carretera”
Todos, alguna vez, nos hemos confiado en exceso con la excusa de que nos conocemos mejor que el pasillo de casa la carretera por la que circulamos. Pasamos por ella 50 veces al mes y nos conocemos de memoria dónde están los baches, dónde se puede apretar un poco más, cuales son los cruces peligrosos y por dónde suelen salir sin mirar los coches. Y es es justamente el problema: como lo esperamos todo en el sitio de siempre, cualquier cosa que no esté donde esperamos nos pilla por sorpresa.
Las condiciones de la carretera cambian cada día… aunque no lo parezca.
2- Apurar el mantenimiento… porque “aún puede aguantar un poco más”.
Los talleres están lleno de motores reventados “que aún podían aguantar un poco más”. O peor aún… los hospitales lo están de víctimas de accidentes que se han producido porque esos frenos o esas gomas realmente no podían aguantar tanto como se creía. Conocemo al dedillo las reacciones y posibilidades de nuestra moto o nuestro scooter pero eso no puede sustituir al adecuado mantenimiento.
La experiencia no suple un neumático gastado o unas pastillas de freno al límite.
3- Descuidar el equipamiento
Cuando se empieza a ir en moto suele hacer hasta ilusión ir impecablemente equipado de pies a cabeza. Con el paso del tiempo se descubre que muchas veces es más cómodo y rápido ir en moto vestido “de calle” que con prendas técnicas. Casco, guantes… y la chaqueta de ante y los zapatos del traje. O ese estupendo chandal con el que vamos a hacer deporte y con el que ya conducimos. La mayoría de arrastrones se producen en ciudad y en trayectos cortos y es en este entorno en el que, justamente, hay que ir más protegido.
Para ir en moto, siempre equipo de moto… aunque de pereza.
4- Sobrevalorar nuestras capacidades
En la moto, como en el ejército, la veteranía es un grado y por supuesto que la experiencia cuenta. Pero también es verdad que, cuánto más son los kilómetros que se llevamos a la espalda, mejores tendemos a creernos… en ocasiones con escasas razones para ello. Llevar muchos años yendo en moto no es “per se” garantía de nada. Se puede haber estado haciendo mal durante años. Ir en moto es un aprendizaje continuo. No se es menos “motero” por preguntar a quien sabe más o por fijarse en cómo lo hacen los demás.
Reciclarse y estar dispuesto a cambiar hábitos al manillar puede salvarnos la vida al manillar.
5- No salir del área de confort
Siempre las mismas rutas o con la misma gente o con el mismo tipo de moto. Sin duda eso hace sentirse más seguro y arropado… pero también nos hará sentir fuera de juego si, por alguna circunstancia, nos vemos obligados a cambiar nuestras rutinas.
Hacer actividades nuevas como acudir a concentraciones o a jornadas moteras o simplemente cambiar la ruta habitual hasta casa o los hábitos de salida de fin de semana permite “oxigenarse” fuera del área de confort y recuperar sensaciones enterradas bajo capaz de comodidad. La rutina siempera acaba siendo mala compañera de viaje.
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