Además de los vehículos eléctricos, los fabricantes también exploran las posibilidades que ofrece el hidrógeno, el elemento químico más abundante del universo.
Los vehículos eléctricos no dejan de estar de actualidad, semana tras semana los fabricantes de automóviles presentan nuevos modelos. Prometen más autonomía, menor tiempo de carga y precio de adquisición más asequible. El mundo del motociclismo, aunque algo rezagado, también va subiendo al carro eléctrico. Marcas tan “veteranas” como BMW, Ducati o Harley-Davidson están invirtiendo enormes cantidades de recursos en la moto eléctrica del futuro. Pero se habla poco del hidrógeno como combustible alternativo…
Anton Brousseau ha desarrollado este concepto bautizado como Hydra Bike. Junto con sus amigos, y también diseñadores, Anton Guzhov y Andre Taylforth, a los que conoció en la central de Kiska Design en Austria, se ha sacado de la manga lo que podría ser una moto propulsada por hidrógeno.
Hydra Bike
Toyota ha puesto a la venta el Mirai, un coche propulsado por hidrógeno pero no ha mucho tenido éxito todavía, quizá en parte por su precio de 71 900 euros… Al problema del parné se añade la casi inexistencia de hidrogeneras en las que repostar. A pesar de las dificultades, Anton Brousseau y sus colegas han querido explorar cómo podría ser una moto propulsada por hidrógeno. En realidad, es una moto eléctrica con una pila de hidrógeno (así funciona el mencionado Mirai). La verdad es que el resultado da un poco de miedo y eso sin pensar en el hidrógeno es un gas incoloro, inodoro, insípido y ¡muy inflamable!
Echando un vistazo a la Hydra Bike se me vienen a la mente dos películas: Dune y Mad Max, pues este aparato no desentonaría en ninguno de estos ya icónicos filmes. Cuando hablo de Dune, por supuesto me refiero al original de 1984, dirigido por David Lynch y basado en la novela de Frank Herbert. En la actualidad los vehículos movidos por hidrógeno (de las motos más vale ni hablar) se encuentran todavía muy lejos de la producción en serie, pero nunca está de más dar rienda suelta a la imaginación. Eso es lo que han hecho Anton Brousseau y sus compañeros. Si en Mad Max había que jugarse la vida para conseguir gasolina, ¡imagínate lo difícil que sería tener que encontrar hidrógeno en un mundo apocalíptico!
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