Como se suele decir, una Honda RC30 (VFR750R) no necesita presentación. No caemos en la hipérbole si decimos que es uno de los modelos más importantes del último medio siglo. La gigantesca compañía japonesa se arremangó las mangas de la camisa y el fruto de ese trabajo fue un modelo emblemático que ejemplifica el enorme poderío de las motos niponas de finales de los 80 y principios de los 90. La tarjeta de presentación de la RC30 era impresionante: V4 refrigerado por líquido, chasis de aluminio y basculante monobrazo… Para probar que la receta funcionaba, la VFR750R, con la ayuda de Flying Fred Merkel ganó los dos primeros Campeonatos del Mundo de SBK (1988 y 1989).
La moto que ves aquí la vende la compañía de subastas iconicmotorbikeauctions.com, una página web en la que las motos de ensueño parecen no acabarse nunca… Cuando piensas que ya te has enamorado, descubres otra unidad que te hace olvidar la que tenías en ese momento en la cabeza y el corazón pero, ay, ¡no en el garaje! Estamos seguros de que el deseo es más potente que la posesión, así que si queremos una RC30 solo nos queda ponernos manos a la obra…
Moto de ensueño: Honda RC30 de 1990
La leyenda cuenta que Soichiro Honda quería demostrar con este modelo el poderío del Honda Racing Corportation (HRC), el departamento de carreras de la marca. Además, desde el principio la tetracilíndrica se desarrolló con la idea de que siempre sería un modelo exclusivo del que se fabricarían pocas unidades. Lo primero (o lo segundo) que llama la atención al echar un vistazo a esta RC30 es la matrícula californiana: HRC750R. La ley permite a los estadounidenses personalizar los vehículos incluso hasta el último detalle…
El dueño actual asegura que en los últimos seis meses a la moto se le ha cambiado el aceite y las bujías, además de hacer hincapié en que no tiene ningún problema mecánico. “Se le hizo una revisión general y lo único que necesita son neumáticos nuevos”. El ejemplar está como salió de la fábrica hace 32 años, salvo el colín que se ha vuelto a pintar. En el momento de escribir estas líneas había terminado la subasta con una puja de 41.000 dólares (hoy día casi los mismos euros). Mirando las fotos, el vídeo y oyendo el motor, ¡dan ganas de convertir el deseo en posesión!
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