Sí, 35 años, parece mentira pero ése es el tiempo que ha pasado desde que Honda lanzó su CBR 600 F, “Hurricane” en Estados Unidos, y el mundo de las 600 deportivas o Supersport cambió. Una estética innovadora, con carenado cerrado nunca visto en una japonesa (la Ducati Paso se adelantó), y prestaciones muy superiores a la mejor 600 del momento: la Kawasaki GPZ 600 pesaba 15 kg más y tenía 15 caballos menos… Todavía se cotiza, ésta está perfecta y la puja ya pasa de 4000 euros…
Honda CBR 600 F 1987
No se me olvida la primera vez que vi una CBR 600 ni sobre todo la primera vez que la escuché: su particular sonido de transmisión (dientes rectos en primaria), la suavidad de su motor de cuatro cilindros… era como una moto del futuro. Y lo era, porque ahora estamos 35 años en el futuro y la moto todavía es relativamente actual: menos afilada que los diseños más recientes, pero por lo demás con la misma estructura y prestaciones no tan lejanas.
Lanzada como deportiva, con prestaciones de deportiva y rendimiento en circuito y competición por encima de sus rivales, realmente era de esas deportivas “utilizables para todo” que Honda tenía entonces (como sus hermanas VFR 750 o CBR 1000 F). Con sus carburadores de 32 mm la primera CBR 600 daba 85 CV a 11.000 vueltas y la moto pesaba justo 201 kg con el depósito lleno. Como ves, no está tan lejos de una “supersport” actual. Para 1989 Honda la mejoró ligeramente, el motor ya alcanzaba 93 CV aunque mantenía las medidas de rueda incluso entonces algo estrechas (110/70 delante y 130/70 detras, ambas 17 pulgadas).
Fue en 1991 cuando la CBR 600 dio un salto para convertirse en una deportiva más eficaz, y superventas, pero ésa es otra historia. Aquí tenemos en venta una original de 1987, un pedazo importante de la historia de las motos japonesas deportivas (o no), en buen estado y con pocos kilómetros, el precio no parece alto (con 4000 euros ya se ha alcanzado el mínimo de la puja) aunque esté al otro lado del “charco”. Seguro que te dan ganas a buscar alguna por aquí… A nosotros nos han dado, y también envidia de quien tiene una (¡nuestro compañero Ildefonso García es así de afortunado!).
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