Aristóteles escribió muchos tratados, pero hubo un libro, que compilaba sus teorías más complicadas, al que nunca supo cómo llamar. Tiempo después, al ordenar su biblioteca, Andrónico de Rodas, uno de los filósofos herederos del genio griego, lo colocó “más allá del libro de Física” y así no sólo bautizó el manuscrito; sino que además fijó en la sabiduría milenaria de occidente el concepto de la “Metafísica” para señalar aquello que “está más allá” de lo meramente tangible.
Marc Márquez hizo algo que fue más allá de ganar una carrera de de motos, en el pasado GP de San Marino. Su “Metafísica-Victoria” tiene que ver con el escenario, el público y los rivales inmediatos a los que ganó en la pista y que le acompañaban en el podio: todos italianos. Pero también entra en juego, con toda la fuerza del mundo, el carácter del propio piloto. En 2016 ganó un título donde los momentos claves que quedaron para el recuerdo fueron la victoria regalada a Jack Miller en Assen o el doble fallo de las dos Yamaha oficiales, en Motegi. Y este año Márquez quiere volver a ganar, por descontado; pero las fotos que quiere de su pretendido sexto título mundial son las victorias de Brno o esta de Misano. Y la batalla de Austria. Y las que están por llegar.
Además de ganar en “la casa de Rossi” (con la ausencia del interfecto) Marc Márquez lo vio claro: era el día para colocar un mensaje, meridiano, al mundo del motociclismo. Y lo hizo de cine, afirmando que pitar en el podio es algo que se puede entender, pero celebrar las caídas de otros pilotos es inaceptable. Y añadió que esperaba que su afición no lo haga jamás. Un mensaje que deberá calar en el corazón de algunos que, en el pasado, también jalearon caídas como la de Valentino Rossi en los entrenamientos de GP de Valencia de 2015, por ejemplo.
Con los besos a la grada, en el Warm Up, la sonrisa más indestructible que nunca, en el podio, y estas declaraciones; Márquez perpetró un regate digno del mejor Messi (ya que él es del Barça uso este icono) a los pilares de lo políticamente correcto. Porque, aún cargado de razón y de motivos, lo que hizo fue también alimentar las trincheras; al brindar honores a “su afición” y no lamentar (tampoco lo hace la trinchera de enfrente) lo que realmente sigue pasando: que la división entre la afición al motociclismo, nacida de la rivalidad más insana que ha existido jamás en MotoGP, sigue vigente. Y haciendo daño a mucha gente que ama este deporte por encima de banderas; sea el trapo el que sea, de un país o de un fan club.
Por último, y esto es culpa nuestra (de los medios) Marc Márquez conquistó una “Metafísica Victoria”, un triunfo que va más allá de lo tangible, porque tras el GP de San Marino se quedó flotando en el ambiente que el de Cervera ya había ganado el Mundial de 2017 tras el sexto cambio de líder del año; cuando lo que realmente sucedió es que empató con Andrea Dovizioso a 199 puntos y cuatro victorias; y llegará al GP de Aragón (con cinco carreras como cinco mundos por delante) en lo más alto de la clasificación general provisional… por el cómputo de los segundos puestos de esta temporada.
Se nos olvida lo apretada que está la tabla, las cinco carreras que quedan sabiendo la cantidad de cosas que han pasado en las tres últimas, hasta fuera del calendario, cambiando la pista de asfalto por la forestal. Se nos olvida, incluso, que Márquez ganó el domingo pasado a un tal Danilo Petrucci (con todo el cariño del mundo) sin tener que pelear con los pilotos de “su clase” porque el que más enchufado salió se cayó, el que era líder renunció, su compañero de equipo feneció víctima de las gomas y su eterno enemigo estaba viendo la carrera por la tele con su casa de Tavullia llena de amigotes. Habría que ver la cara de Rossi viendo el podio de MotoGP para compararla, sobre todo, con la que debió poner viendo el podio de Moto3.
La auténtica victoria de Marc Márquez la conquistará, definitivamente, este lunes de resaca. Se llama “tener los pies en el suelo” y seguro que me equivoco de tiempo verbal: ya habrá pasado página. Porque el de Cervera sabe que no ha ganado nada aún; y el “subidón” del domingo debe ser archivado lo antes posible. Ha de quedar en la biblioteca de los triunfos que ya están en el pasado. Este último lo colocará al lado de la pole de Austin, del sacacorchos de Laguna, o tal vez lo ponga “más allá” de aquel episodio de Sepang. Y, algún día, uno de sus herederos lo archive como la “Metafísica Victoria” de Misano.
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