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El artesano Bryan Fuller ha realizado esta preparación para la cual se han utilizado las últimas tecnologías, como impresión en 3D.

La marca Vincent Motorcycles forma parte de la historia del motociclismo, pues en los años 40 y 50 del siglo pasado produjo algunas de las mejores motos de la época. Su lema: “El fabricante de las motos más rápidas del mundo” daba a entender que los productos creados por Philip Vincent aspiraban a lo máximo.

Este fabricante británico nació en 1928 para desaparecer en 1955. La Vincent Black Shadow en 1948 se convirtió en la moto de serie más rápida del mundo. En la actualidad una Vincent Rapide o una Black Shadow son ejemplares muy apreciados entre los coleccionistas, no solo por su calidad sino por su exclusividad. Vincent fabricó pocas unidades a lo largo de su vida comercial, en contraste con marcas coetáneas como Triumph.

Vincent Black Flash: ingeniería, arte y velocidad

El ejemplar que ves aquí, presentado por los compañeros de bikeexif.com, ha sido realizado por Bryan Fuller, uno de los mejores preparadores de Estados Unidos. Fuller aprendió el oficio trabajando para compañías de primer nivel como So-Cal Speed Shop y Chip Foose. Esta Vincent Black Flash (un nombre que nunca utilizó el fabricante) la construyó en su cuartel general de Atlanta (Georgia) y le supuso tres años de trabajo.

Cuando vi por primera vez estos extraños motores pensé que estaban sobreestimados. Pero después de llevar un par de décadas en este negocio, mi opinión sobre las Vincent ha cambiado. Estas motos son obras de arte que combinan ingeniería, arte y velocidad. Estaban muy adelantadas a su tiempo”, explica Bryan Fuller.

El artista fabricó un depósito de gasolina inspirado en el de la Ducati Imola y que está integrado en el pequeño cupolino que rodea al faro: “No nos quedó más remedio, porque queríamos que tuviese al menos 8 litros de capacidad pero manteniendo al mismo tiempo el gran depósito de aceite. Diseñamos la parte delantera y trasera al mismo tiempo, eso ayuda a que el conjunto sea coherente”, apunta Bryan.

En lo que respecta a la pantalla del cupolino, nuestro objetivo es que se pudiese ver todo, las tripas de la moto, la tija, el faro…”, apunta el artesano que mandó los planos a Adam Tulin un especialista de Dallas y este fabricó la pantalla con una impresora 3D. Tras un par de años de trabajo intermitente llegó el momento de la pintura: “Nuestro taller usó un color negro espectacular. Chastin Brand nos ayudó con los logos y los fileteados”.

El resultado final nos parece de ensueño, sin que lo dicho sea ninguna hipérbole. El único problema de tener esta Vincent Black Flash en nuestro garaje es que no estamos seguros de si nos atreveríamos a usarla… ¿y tú?

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ale.garciamontes
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