Llevamos todo el GP de Gran Bretaña diciendo que Valentino Rossi nos engañaba, o lo intentaba, borrándose de la pelea por el título e incluso de la victoria en la carrera de este domingo… que finalmente ha liderado casi al 90 por ciento. Y resulta que, paradójicamente, Rossi no mentía cuando el sábado nos aseguraba que el tercer cajón del podio era su límite máximo; puesto que sabía que su rendimiento caería en las últimas vueltas. Probablemente ni él mismo pensó, que esas últimas vueltas acabaran siendo, apenas, tres. Nos hemos equivocado de mentiroso desde el jueves.
Otro que dijo la verdad, la que me interesa desarrollar a mi en esta resaca de “la mejor carrera del siglo” de MotoGP de este, ya pasado, fin de semana, fue Marc Márquez. Además de apuntar con sabiduría que Rossi solamente pretendía quitarse presión y que sin duda estaría en la pelea por la victoria en Silverstone, no dejó pasar la oportunidad, sin que le preguntaran por él, de mencionar a Andrea Dovizioso: el que mejor se esconde, el que nunca hace ruido; y el que mañana (hablaba el sábado, por el domingo) estará delante seguro. Márquez dixit.
Me he esperado al tercer párrafo para redundar, más floreado, con el titular de esta reflexión a calzón quitado: si estáis buscando, en MotoGP, al gran mentiroso de 2017, poned el foco, parroquia, en Andrea Dovizioso. Venga, vuelvo a la prosa, ya tal:
El presunto “segundón” de Ducati (bautizado así desde el “ShowTest” de Cheste en noviembre 2016) le está restregando a Borgo Panigale los 25 millones de pavos (el sueldo de Lorenzo en sus dos años de contrato) que han reservado para volver a ganar el título de MotoGP. Y lo está haciendo a golpe de incentivos firmados en su contrato por cada podio y cada victoria (van cuatro) este año, al que le quedan seis carreras. Y espera que te cuente lo que ganaría conquistando el título: nada menos que un cien por cien más, de su sueldo.
En 2015 me hice eco de la “garganta profunda” (italiana, y próxima a Ducati) que me hablaba de la posibilidad de la retirada del piloto de Forli (me hace gracia cómo escribimos este recurso en la prensa española sin tener ni idea de qué pueblo italiano es este) en 2016. Y llevo todo 2017 flagelándome por ello en nuestro programa de radio Pole Position. Perdonen el egotismo: solamente pretendo ilustrar cómo Dovi nos engañó a todos. Porque el rumor lo había puesto en circulación él mismo. Y ahora, el año que más claro lo tiene, sigue haciéndolo. Mejor que nunca. Y yo que le aplaudo, oigan: forma parte del juego.
Si has visto la rueda de prensa del podio tendrás una idea aproximada de lo que quiero contar. Dovizioso, después de su segunda victoria consecutiva, de poder a poder, primero en Austria contra Márquez, y ahora en Inglaterra contra Rossi y Viñales; va y sigue diciendo que está sorprendido de haber ganado y que no sabe en qué han mejorado. Que la moto es la misma. Que Jorge Lorenzo ayuda mucho en esa ardua labor que consiste en “bajar de las nubes” a los ingenieros (interpretación propia) y que los rivales, pobrecitos ellos, no saben correr lo mismo en carrera que en entrenamientos.
Esta última puya es la que más me ha gustado de todas las que lleva metidas “el profesor” a medio paddock, y a media parrilla, de MotoGP; porque va directa a la línea de flotación de sus rivales. Ellos saben que Dovi va en serio, que está en la pelea por el campeonato, que la moto roja va de coña y que la electrónica y las gomas le sonríen mucho más a la Ducati que a sus motos del sol naciente. Le conocen de toda la vida y saben que no es Campeón del Mundo porque se lo haya regalado nadie. Y que sabe manejar a los medios como el que más. Andrea Dovizioso tiene tanta experiencia que es capaz de correr con el caballo blanco (sin cometer errores, la clave de este año) dentro de la pista; y usar el caballo negro fuera de ella.
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