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La presión por ganar es enorme, lo ha reconocido el mismo piloto nada más ganar el GP de Australia. Él no se relaja. No lo hagan ustedes, parroquia: queda el último madrugón de este año, en MotoGP.

Decíamos ayer, hace un par de grandes premios, o sea: para Marc Márquez había una solución muy clara al debate de las órdenes de equipo, que estaba tan de moda. Y es que no hicieran falta. Apretaría como en las últimas carreras. Y el objetivo sería jugarse la primera pelota de partido en Sepang. Si gana en Malasia, dirá que es el sitio que más ilusión le hacía, según se baje de la moto.

Así ha sido, hasta Australia. Así parece que será (todos los dólares están puestos en que lo conseguirá) dentro de una semana, en el GP de Malasia. Andrea Dovizioso no sacó ningún caballo de ningún color; y fue adelantado en la línea de meta por dos pilotos Honda: su antiguo compañero en el Repsol Team y una Ducati pilotada por Redding, que se va a HRC. En Australia tocaba sufrir, pero no desistir. Sólo le queda un milagro, en Sepang, para llegar con las mínimas opciones a Valencia.

Las discusiones sobre la conveniencia de las órdenes de equipo, de paso, se deshicieron como un azucarillo ante las acometidas de Zarco contra los pilotos oficiales del Movistar Yamaha Team. Ahora, el debate es otro: la agresividad en pista. Phillip Island es un monumento de circuito que invita a pilotar así a los más bravos; pero este domingo la pelea fue encarnizada, la carrera fue “Moto3 a trescientos” con un grupo de ocho en cabeza repasándose sin piedad; y en el parque cerrado Rossi llevaba el mono marcado de goma y Márquez su moto con el colín roto.

Curiosamente, lejos de lamentar nada, Valentino Rossi celebró la batalla, volver al podio, ser competitivo después de la “gran mierda” del GP de Japón. Fueron sus palabras, sus palabrotas, digo. No le importa la certeza del nuevo título que parece claro que ganará Marc Márquez. No le dio un segundo de tiempo a pensar en eso. Porque es el de Cervera el único que debe gestionar esta situación: sigue sin estar ganado, oigan. Y tras la carrera, feliz por estar en lo más alto, sin que Dovi apareciera por el podio, reconoció que la presión por ganar es enorme. Él no se relaja. No lo hagan ustedes, parroquia: queda el último madrugón.

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ale.garciamontes
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