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Los comisarios sacaron la bandera roja; y la “joven realidad” del motociclismo español paseó la rojigualda, por Phillip Island.

Conquistar un título en el GP de Australia es muy especial; aunque el calendario invita a ello en repetidas ocasiones. Joan Mir falló en Motegi, pero llegó a Phillip Island con el cerebro reseteado y la cabeza puesta en el objetivo que tenía al alcance de las manos.

Al final, lo que pasó en el GP de Japón es irrelevante; pero este domingo estuvo a puno de reproducirse, desde que arrancara un Warm Up penalizado por las peores condiciones de todo el fin de semana. Mir no estaba fino, su semblante era muy serio y se metió de nuevo al box. Salió a mejorar sus tiempos en un par de vueltas y tomó la confianza necesaria para lo que tuvo que lidiar, horas después. Quizá suene demasiado ventajista, pero estoy convencido que el desarrollo de la sesión matinal dejó al piloto español con la cabeza centrada, de nuevo, en su propósito.

Por lo tanto, y aunque suene surrealista, creo que la clave de la carrera estuvo en el Warm Up. Mir no se rindió, no se quedó “en casa”, salió del box y se mojó lo que debía, por la mañana, para empaparse de cava, un par de horas después.

Dos detalles deportivos deben ser señalados, también. Romano Fenati llegó a su box y lo primero que hizo, al bajarse de su Honda, es felicitar al vencedor de esta temporada. Y el gaditano Marcos Ramírez se reincorporó a la carrera después de haber sido tirado por Jorge Martín; y esto le permitió ser el primero en felicitar a Joan Mir en la vuelta de honor.

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ale.garciamontes
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