Estaban todos los dólares puestos, desde el jueves en la rueda de prensa de piltos de MotoGP. El viernes ya avisó en la pista, en el FP2; y fuera de ella, hablando con la prensa: “Puedo atacar. Es una pista que patina pero hemos hecho los pasos adecuados. Mientras, los demás sufren. Yo puedo jugar con la moto. En el test de Jerez dimos un paso y lo hemos confirmado. La moto trabaja mejor que la del año pasado; tenemos más potencia”.
Y llegó el sábado; y la pista, crítica. Y Marc salió al FP3, con su plaza de la Q2 asegurada, como si se estuviera jugando el título en Cheste, el año pasado. Exacto, sé que te acuerdas: también allí arriesgó más de lo necesario para el triunfo, pero no para su cabeza. Sigamos. Arrancó el FP4 encontrándose con Miller (justo él) en pista y dándole un hachazo de abusón de colegio al novato Syahrin por el interior de una curva de izquierdas. Si esta maniobra la hace cualquier otro… pero no estamos en este debate, ahora.
Marc Márquez, en su grandiosa ambición de ganador, llegó a Termas a arrasar ante una afición casi futbolera que adora a Rossi como si fuera Maradona. Él, que prefiere (y se parece, en talento, más) a Messi, quiso ganar cada salida a la pista salvo en el FP1 que lideró Pedrosa y que Márquez usó para rodar y rodar con las mismas gomas. Y salió al cuarto de hora de la pole el primero de todos, con el aviso en su garaje de que mantuvieran caliente la segunda moto de seco.
Y falló, el de Cervera. Le descolocó, en primer lugar, tener a Tito Rabat en el colín nada más salir. Vio el carril que se iba formando y se fue para adentro sin complejos. Pero un tal Jack Miller ya lo había hecho. Dio una vuelta, casi “pilla” en la zona que aún rezumaba agua, las curvas siete y ocho; y se arrepintió. Descambió la moto de nuevo, pero no estaba enchufado como antes. El australiano le birló la pole con neumáticos lisos; pero también le arrebató la épica haciendo unas salvadas que parecían tener derechos de autor.
Y el sábado se le fue a la mierda, parroquia. Y yo vengo ahora a sostener que es lo mejor que le podía pasar, a Marc Márquez. Porque ha sido un palo importante a su ambición, pero sin llegar a caerse. Una cura de humildad en el momento justo de un GP que dura cien años, como siempre digo: queda medio siglo (con el Warm UP y la propia carrera) pendiente. Estaba acelerado, se la estaba jugando demasiado, insisto: seguramente es su ADN y todo el mundo (yo también) está encantado con su carácter… Pero siempre hace falta trabajar, también, el equilibrio.
Todo esto lo defiendo porque sé que, además de ser un “impulsivo joven” en la pista es un “viejo sabio” reflexionando fuera de ella. Y en este momento está en eso, seguro. Sabe que hoy se estaba “llenando de balón” a lo largo de la jornada. Y este error de la Q2 puede ser tomado como un golpe de suerte. El aviso que algún dios le ha mandado desde el cielo, junto a esa lluvia fina. Y sin cobrarle apenas nada más que un poco de orgullo. Casi gratis. Porque los puntos, se juegan mañana.
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