Esta historia de perdedores de este domingo de carreras arrancó con la organización de un campeonato mundial que se vende, se paga y se llama así mismo como contenido Premium del mundo del entretenimiento deportivo a nivel planetario. Y que dejó que se diera un espectáculo dantesco en la parrilla de salida de un Gran Premio, donde se arruinó la apuesta del piloto más audaz de la parrilla (a la sazón, el poleman) primero; y se favoreció a uno de los candidatos al título esperándole hasta que arrancase su moto calada, para sancionarle con un paso por la línea de garajes, después.
Esta historia de perdedores siguió creciendo con una salida de carrera demencial, donde varios pilotos salieron como si se corriera a una vuelta; y su pilotaje manifiestamente irresponsable, permitido por un reglamento que permite que el motociclismo sea un deporte de contacto, tuvo entre otras consecuencias dar al traste con las opciones de victoria (y tal vez su integridad física) de uno de los favoritos en la primera vuelta; mientras el que siguió dando gas hasta la bandera de cuadros se subió al podio de Termas.
Esta historia de perdedores eclosionó, al fin, con un nuevo “lance-trance” entre dos pilotos que se odian a muerte desde 2015 y que enterraron el hacha de guerra por imperativo legal y la vergüenza torera de cruzarse en el parque cerrado de una carrera (Montmeló, 2016) que toda la familia de MotoGP estaba dedicando a la memoria de un piloto fallecido allí mismo, un par de días antes. Como pasó con el #SepangClash de Malasia, en el #TermasClash de Argentina también pudo evitar la caída, el que acabó en el suelo. Pero eso es otra historia, que tendrá que ser escrita, con un “érase una vez una telemetría…”. Y cuando toque.
Esta historia de perdedores tiene un protagonista de lujo en la figura de un insolente y ambicioso joven piloto, que está donde está por ser cómo es; y por correr con la ambición caníbal que todos los campeones que él ha admirado, lo han hecho. Es un ya veterano corredor que lleva una década en el mundial de los grandes premios, y que le ha costado, pero ha aprendido, a perder contra sus rivales. Pero no a perder contra sí mismo, como le pasó este domingo, en Termas de Río Hondo; donde fue sancionado tres veces en la misma carrera (lo nunca visto) y siguió defendiendo su pilotaje sin complejos.
Esta historia de perdedores tiene otro protagonista de lujo en la figura de un icónico (y también insolente y ambicioso) piloto casi cuarentón, que está donde está también por ser cómo es; y también por correr con la ambición caníbal que todos los campeones que él ha vencido en el pasado, lo han hecho. Su veteranía se extiende más allá de los veinte años compitiendo en la élite; y también ha aprendido a superar todas sus derrotas, menos una de 2015. Y hoy, cargado con la razón de la víctima, ha caído en el error de demostrar un viejo odio que estaba vivo en lo más profundo de su corazón.
Y esta historia de perdedores tiene como principales damnificados a unos aficionados (hoy mismo un energúmeno tuvo que ser reducido en el paddock) a un deporte donde alguien se puso a cavar trincheras. Y la gente se mete a disparar al de enfrente sin darse cuenta que todo el ruido que todas las etiquetas (#) que internet genera les lleva al mismo lado oscuro en el que (ahora sabemos que nunca regresaron) se instalaron los protagonistas de esta historia de perdedores, hace tiempo. Y termino afirmando: tú puedes elegir ser un ganador. Puedes salir de la trinchera, subirte a tu atalaya y tomar distancia, olvidándote de nombrar a los perdedores, como estoy haciendo yo ahora mismo. Porque, y para terminar de una vez, solamente estoy dispuesto a escribir un nombre propio en este artículo: Cal Crutchlow, ganador del GP de Argentina de MotoGP 2018.
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