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Lin Jarvis es el daño colateral del #TermasClash entre Marc Márquez y Valentino Rossi. Un gestor de primera categoría que se ha visto fagocitado por el poder de Rossi en Yamaha.

La imagen fue dantesca, se mire por donde se mire. Valentino Rossi escondido en la esquina de pantallas del box, tras sus mecánicos, y Uccio saliendo como un perro de presa a volver a intervenir en la rivalidad entre su “señorito” y su enemigo irreconciliable. La actitud de Salucci Junior (el padre es el responsable del Fan Club) fue absolutamente inaceptable para un equipo de fábrica. Por eso, y porque el supuesto jefe de la cosa estaba medio metro detrás de él, sin tomar el mando de la situación, el daño para Jarvis es aún mayor.

En Austin, nuestro compañero del diario Marca Jaime Martín ha indagado en la casa de los diapasones. Uccio ha pasado olímpicamente de él; mientras que Lin Jarvis ha dado unas explicaciones aún más negativas, desde el punto de vista de su prestigio personal:  “Uccio estaba nervioso, como todos en ese momento. Fue un error de gestión suyo y nuestro. Hemos hablado con él y ya está”. En GP One sus palabras fueron una explicación aún más pueril: “Cuando vi que venían, negué con los brazos para que no entraran. Luego, intervino Uccio. En un mundo perfecto habríamos tenido una mejor gestión en el box, pero fue una situación de tensión y no fue posible”.

Pues no, querido (y lo escribo en el sentido más amplio del término) Lin: así no vale tener a Vale. Yamaha Factory Racing hizo el ridículo como equipo y lo hizo por partida doble: porque permitió que un lacayo que no pertenece a la firma de los diapasones la cagara por todos, arrastrando la imagen de la marca por el mundo. Jarvis ha sido uno de los grandes, un “Pata Negra” que supo traer en secreto (para Honda) a Rossi, que trajo en secreto (para Valentino) a Lorenzo, que supo elegir a Jorge y que el #46 se fuera a Ducati, que le tendió la mano de vuelta… Y así, navegando de tormenta en tormenta, hasta 2015: cuando naufragó víctima de una amarga victoria.

El final del “año de la tristeza” fue el inicio de la pérdida de autoridad de Jarvis en Yamaha. Ganaron un triplete; y cedieron a la presión del perdedor y su turba para cancelar una gala organizada y anunciada por su patrocinador, Movistar, en Madrid. Dejaron marchar a Lorenzo: en el fondo querían que se fuera. Pusieron su granito de arena arruinando lo que parecía una llegada fulgurante de Viñales; y se perdieron, definitivamente, a mediados de 2017. Hoy, todos los que conocemos Yamaha un poco por dentro, los que hemos admirado a Jarvis desde siempre; y le vemos, ahora, no tener los bemoles de apartar a un “nadie” y hablar, al menos, con su colega de HRC con su calma británica,  nos preguntamos, como ha escrito mi pana Pere Casas: “¿Quién manda aquí?” Pero yo retuerzo la “demanda” y me contesto, con profunda tristeza, quién ha dejado de mandar, en Yamaha. Y sé que el panorama no es nada bueno, para nadie. Empezando por Jarvis. Y acabando con el propio Rossi.

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ale.garciamontes
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