Lo primero, pongámonos en situación. El viernes Marc Márquez se cae en el FP2 y Jorge Lorenzo le gana el mano a mano de la sesión. Él dice que no pasa nada, que lo arreglará en el FP3 del sábado; que no ha montado aún la goma blanda. Y en esta mañana siguiente se cae, en la curva10, entrando pasado, y se condena a pasar por la Q1. En el box le piden que, por favor, no se cargue la moto en el FP4, que hacen falta las dos para las poles; pero el de Cervera quiere dar un último golpe, en un entrenamiento que no vale nada, y entonces sucede lo que todos ya han visto cien veces.
A Marc Márquez se le cerró la dirección de golpe y la rueda delantera parecía perdida definitivamente. Pero entonces apretó todo lo que pudo con la pierna, jugándose los abductores, y pudo salvar la caída. Todo el mundo alucina con Márquez, también los envidiosos de las trincheras desde las que disparan a este piloto, rajan de las gomas que traen o no traen los de Michelin, o apuntan que se cae muchas más veces de las que salva. La mayoría de los aficionados aplaude algo que parece sobrenatural y simplemente se preguntan cómo es posible.
Una de las claves de las que estoy convencido viene de la época del retorno de Michelin a MotoGP. Ya entonces pudimos descubrir que el compromiso de la marca con Dorna era evitar las caídas por orejas, lo que en cierto modo “favorecía” las de delante. La goma trasera siempre empuja más de lo que la delantera puede soportar, y cede sin avisar. Preguntando a los pilotos, solamente Marc me dijo que le parecía bien y que trabajaría para encontrar los límites de esa goma. Y eso es lo que ha hecho desde entonces. Cada vez más lejos, cada vez mejor.
La otra clave está en algún rincón oscuro de la cabeza de Marc Márquez. Hay algo que tiene claro, después de haber ganado tantos títulos: ya no quiere ganar ninguno más amarrando resultados y traicionando su ADN caníbal que le lleva a ser como es. Su forma de ganar es arriesgando siempre al máximo; y esto se está convirtiendo en un precepto irrenunciable para él. Las salvadas salvajes, las “salva-jadas” de Márquez, son solamente una consecuencia de no renunciar a las caídas buscando los límites; especialmente en los entrenamientos, pero también, como hemos visto en Le Mans este año o en Cheste el pasado, en carrera. No son una casualidad de la que se beneficie el espectáculo de MotoGP, sino la consecuencia directa de de su forma de competir.
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