Ríos de tinta virtual corren por las redes sociales sobre el estado del nuevo asfalto de Silverstone. Una marejada que ya venía anunciada por pilotos de la Fórmula1 como Hamilton y Sainz, que se lamentaban de lo que iban a sufrir sus “colegas” de MotoGP. El desastre perpetrado tiene una explicación: abordar un cambio de paradigma en el circuito más ocupado del mundo. Es decir; sin fechas disponibles, sin tiempo suficiente, se ha atacado el ambicioso objetivo de aplicar el mismo asfalto a un circuito que anteriormente se iba reparando tramo a tramo con diferentes compuestos.
Un circuito mundialista parcheado queda cutre. Pero el resultado de la alternativa ha sido peor. Las críticas de los pilotos son implacables, pero Valentino Rossi ha sido más comedido que el resto. El más viejo (y el más rico) de la parrilla de MotoGP ha señalado que el agarre es un poco mejor que el del año pasado, pero que el problema de los baches arruina el resultado. No quiso cargar las tintas en territorio inglés ni hacer bromas con el asunto. Y remató su discurso diciendo que lo que toca es atacar esos baches sin miedo, como se hace en el motocross. Con un par.
Los viejos nos quejamos menos. Recuerdo un reasfaltado de Jerez, en 2009, que dejó la pista como una alfombra; tras unos años de ondulaciones infames. Los pilotos del CEV estrenaron el “pisito” y recuerdo al ya entonces veterano Carmelo Morales contándome que echaba de menos los baches del pasado; que así de liso era más fácil para sus rivales. Estoy convencido… No; sé de sobra que Valentino Rossi ha corrido en circuitos mucho peores a lo largo de los más de veinte años de carrera deportiva en el mundial de los Grandes Premios. Y hoy, casi cuarentón y muy millonario, amado en Reino Unido como en el resto del mundo, no va a tirar piedras inútiles por un problema que se terminará mañana por la tarde. Sobre todo cuando tiene uno mucho más rancio metido dentro de su Yamaha M1; y sabe que durará hasta Cheste. Rossi sabe que tiene una oportunidad de oro, con el concurso de la lluvia, de ganar por fin este año una maldita carrera. Y del asfalto de Silvestone solamente le obsesiona una parte: la línea de meta.
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