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Una más para su palmarés. Ganar siempre es dulce. Menos para el que lo hace casi todos los días.

Y en ese momento de su carrera deportiva está, Marc Márquez. Se lo gana cada domingo de carreras. Lo escribiré de nuevo: no es que se lo merezca, es que se lo gana. Y por eso, porque él (como nadie más) sabe lo currado que es, esta cosa de ganar y ganar, no todas las formas de hacerlo saben igual. Este domingo en Sepang se ha dejado la piel para conquistar esta victoria, que además le da el título de constructores a HRC (queda el de equipos para el Repsol Honda); pero desde su honestidad ha confesado que tenía motivaciones para ganar que yo sé que nacen del reverso tenebroso de la fuerza: el rencor.

Insisto, mi reflexión nace de las palabras de Marc Márquez y lo primero que hay que destacar es su sinceridad, “ironía on” incluida: “No opino, como Dovizioso (risas). He pensado en muchas cosas, ha pasado el 2015 por mi cabeza, la caída de Australia… Me ha pesado la salida desde la séptima plaza, en la primera curva no he logrado ganar nada. No iba fino, la moto era muy física, no pilotaba bien, he tenido que ir arriesgando. Veía que Rossi se iba pero no me he rendido. Luego ha cometido un error, los dos íbamos al límite. Cuando le he visto irse al suelo yo también iba sufriendo. No iba con la cabeza, iba de corazón, he llegado muerto pero con el objetivo cumplido”.

En ese momento Marc Márquez se da cuenta de que su discurso está cargado de negatividad (resucita el pasado #SepangClash que él siempre dice que tiene enterrado, restriega con su victoria la rigurosa sanción del sábado, critica su moto…) y, como el gran profesional de la comunicación que es, cambia de tercio: “Carles Pérez de Movistar me dijo esta mañana que nunca había ganado saliendo séptimo; o sea que ahí tenía otro reto nuevo. Siempre lo intento, siempre quiero ganar. No me quiero olvidar de los campeones, tanto Martín como Bagnaia, que son los protagonistas, sobre todo Jorge que es de los nuestros”.

De cualquier modo, Marc Márquez es un maestro en este oficio de ganador que ejerce con puño de acero; y ya habrá pasado página a esta nueva muesca en su revólver, pensando poder volver a vencer en Cheste. Y  en 2019, claro. Por eso este domingo ha visto algo que le hace seguir espabilándose él mismo, y presionar a Honda: las Ducati van bien; pero es que las Yamaha y hasta las Suzuki están, también, ahí. Y hay un tal Valentino Rossi que con 39 años y hasta que se ha caído delante de sus narices, ha clavado un ritmo de martillo lorencista que asusta. Toca más trabajo. Y quiere mejores (además de más) victorias. Y las conseguirá, por supuesto.

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ale.garciamontes
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