…por eso conviene recordar algunas de esas cosas que, aunque sabidas, parece que se nos acaban olvidando con el tiempo y que pueden ayudar mucho a que la elección, además de ilusionante, sea segura y confortable.
1-El casco, siempre homologado…
Realmente es muy, muy difícil -por no decir virtualmente imposible- encontrar cascos no homologados en los comercios especializados. Resulta más fácil, en cambio, hallarlos en bazares, puestos ambulantes y sospechosas ventas online. El primer consejo ha de ser, por tanto, dirigirse siempre a establecimientos contrastados y rechazar “chollos de mercadillo”. La homologación no es un trámite burocrático ni una simple etiqueta; es la referencia de que ese casco ha pasado unas pruebas que aseguran un estándar oficial de protección. En la Unión Europea los cascos deben de llevar una etiqueta con la letra E, un número correspondiente al país donde recibe la homologación (en España es el 9) y la norma europea vigente ECE R22-05.
2-El policarbonato tiene fecha de caducidad…
Conviene dejar claro que un casco de policarbonato convenientemente homologado protege tanto como uno de fibra de vidrio o kevlar. Otras cuestiones serán el peso o la estética pero -si está homologado- podemos hacernos con uno con toda tranquilidad. Sí hay que tener claro, sin embargo, que los especialistas suelen aconsejar sustituir los cascos de policarbonato cada 5 años, ya que es un material que tiende a degradarse con el uso, los pequeños golpes y la intemperie. Los cascos de fibra o mezcla de fibras tricompuestas, por el contrario, no se degradan exteriormente
3-Rechaza ser la “segunda cabeza”…
“Sólo me lo he puesto un par de veces…”, “Apenas lo he usado…” en muchos casos -sobre todo en tiempos de Wallapop- sin duda es así y se encuentran buenas oportunidades pero, por sistema, conviene desconfiar. Evidentemente un buen examen visual suele bastar para darse cuenta de ello pero no olvidemos nunca que un casco puede estar aparentemente en buen estado exterior y sufrir algún pequeño daño estructural. Como norma general -salvo que se tenga muy claro su origen y circunstancia- hay que escapar de los cascos usados e ir siempre al nuevo… aunque eso implique comprar un casco de una gama inferior.
4-No siempre hace falta el más caro…
A tenor del punto anterior insistamos en que un casco de 150 euros pasa exactamente las mismas pruebas de choque que otro de 600. La diferencia la marcan el material, las gráficas, la mayor o menor ventilación, etc… pero el mayor precio no es ningún índice proporcional de mayor protección. Eso quiere decir que no siempre hace falta hacer un esfuerzo por llegar a un casco de gama alta y que con un modelo de gama media que se ajuste a nuestras necesidades iremos perfectamente seguros y cómodos.
5-Si es de menos “kilo y medio”, mejor…
Tanto los especialistas en medicina deportiva como los profesionales de la conducción aconsejan comprar cascos que no excedan de los 1.400 gr. En primer lugar porque, en caso de caída, cuánto más pesado es un casco mayores son también las fuerzas rotacionales a las que somete al cuello. Y en segundo lugar porque el peso siempre castiga el confort. Eso no quiere decir que los cascos que pesan más no sean eficaces pero conviene tener en cuenta este factor a la hora de decidirse por un modelo modular, por ejemplo. En cualquier caso la industria insiste especialmente en la rebaja de peso como gran argumento de venta.
6-La eterna cuestión de la ventilación…
Diseñar una óptima ventilación implica contar con canales interiores que evacuen el calor y por tanto “agujerear” el interior del casco sin perder resistencia y sin que el conjunto sea demasiado ruidoso. Como lograrlo resulta un arduo trabajo de ingeniería suele ser precisamente uno de los factores que separan a los cascos más caros de los económicos. Tanto unos como otros, con mayor o menor grado de sofisticación, cuentan con algún tipo de sistema que haga esta función -aunque sean dos simples entradas de aire- pero obviamente no es lo mismo pensar en un casco de uso intensivo bajo el calor que en otro para un uso más esporádico. Por eso, antes de decidirnos a comprar debemos tener claras las prioridades.
7-Comodidad ante todo…
Es una lástima pero entre el casco molón que te aprieta un poco y el más anodino que te encaja como un guante no hay color: debes quedarte siempre con el cómodo. Ese “me aprieta un poco” se convertirá en una tortura al cabo de 50 kilómetros y un casco -insistamos en ello- es una elemento de confort y seguridad. ¿Qué demás es bonito, agresivo y exclusivo? ¡¡¡Pues muchísimo mejor!!! Pero la prioridad ha de ser siempre, siempre la comodidad. Evidentemente sólo hay una manera de asegurar que se acierta: probárselo. Si se mueve, cae sobre los ojos, deja marcas de cualquier tipo, impide oír con claridad o limita o altera la visión hay que desestimarlo inmediatamente.
8-El interior del casco también es casco…
Tan importante como el exterior del casco es su interior; que las almohadillas sean fácilmente extraibles y lavables y que estén realizadas con tejido hipoalergénico. También, en la actualidad, la inmensa mayoría de cascos de gama media y medias/alta cumplen ya estos requerimientos. En lo que sí puede haber más diferencias -a criterio de cada fabricante- es en el mullido del acolchado. Es una cuestión de gusto de cada uno y no hay ninguna norma al respecto, más allá de que debe sujetar bien los pómulos. Sea como sea, un interior mal cuidado se degrada y mancha así que hay que tenerlo siempre limpio y seco.
9-Doble D o no Doble D…
Curiosamente, durante muchos años los cierres Doble D fueron considerados menos seguros que los de “click” o micrométricos. Por supuesto no era así ya que pasan unas pruebas de tracción durísimas para comprobar la sujección y de hecho son los usados en competición merced a su principal ventaja: la simplicidad, ya que carecen de cualquier tipo de cierre mecánico o enganche exterior. En contrapartida son algo más lentos en la manipulación. Por el contrario, los micrométricos llevan cierre exterior y son más rápidos de poner y quitar, por lo que suelen preferirse para modelos más urbanos.
10-A la pantalla oscura se la llama así por algo…
La visera oscura queda muy pintona, es cierto. Hace más agresivo incluso al casco más anodino. Tan cierto como que cuando se va la luz no permite ver nada y obliga a circular con la visera abierta. Además de las oscuras, en el mercado existen varias posibilidades de viseras de color; las amarillas “suben” la luminosidad, aumentan el contraste e incrementan la profundidad de foco por lo que mejoran la visión en condiciones de luz tenue pero pueden ser molestas cuando la luz exterior ya es mucha. La mejor combinación sigue siendo la pantalla transparente con gafas de sol o pantalla oscura escamoteable a discreción.
10-La talla adecuada…
En el 20% de los accidentes graves de motoristas, el casco sale despedido porque la talla no era la adecuada adecuadas. Y aún hay más: según los fabricantes, el 60% de clientes no elige la talla adecuada. Hay que tener en cuenta varios factores prácticos a la hora de elegir nuestra talla ideal. Si conducimos con gafas, por ejemplo, hay que ir a una talla mayor por las varillas de los lente. Y también hay que tener en cuenta que el mullido interior, con el tiempo, se da un poco. En caso de duda, entre lo holgado o lo apretado hay que elegir una talla que apriete ligeramente pensando en que, cuando ceda ligeramente, se ajustará a nuestro gusto.
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