Siempre digo que un fin de semana de Gran Premio dura cien años y así debió vivirlo, como un siglo interminable, Jorge Lorenzo. Desde la rueda de prensa del jueves, a la que compareció en una esquina del estrado, hasta las declaraciones de este pasado domingo, tras una carrera que fue mejor de lo esperado; la reaparición en Silverstone ha sido una demostración de todas las virtudes que atesora un piloto que es, por encima de todo, una buena persona. Un trabajador incansable en busca de la excelencia, que siempre ha superado las dificultades más inhumanas, con una proverbial determinación.
Como digo, todo fue difícil desde el jueves. Después de tanto tiempo fuera y con las noticias que habían sacudido el paddock sobre los flirteos de su agente (filtraciones interesadas de los que le habían ido a buscar) Dorna decidió convocarlo a la rueda de prensa oficial de pilotos previa al comienzo del Gran Premio de Gran Bretaña. Lorenzo cumplió con su obligación en el estrado y en inglés, tirando del lado más humano posible: las dudas lógicas que surgen cuando tienes una lesión de este tipo. Su equipo, más que él, no quería una exposición extra ante los medios y decidió que el piloto no compareciera en el corrillo informal (y muy irregular, por caótico) que se hace, después, con la prensa española acreditada.
Y entonces recibió el primer ataque directo, nada menos que de su compañero de equipo, Marc Márquez; que aprovechó las preguntas de su prensa más cortesana (los mismos que en el pasado hacían la pelota a Lorenzo) para hacer leña del árbol caído. Márquez chapoteó en ese charco sin necesidad alguna. Después, abierta la veda por el líder de HRC, Cal Crutchlow hizo una broma de mal gusto (“si eres piloto de MotoGP no tienes muchas vacaciones, a no ser que te llames Jorge Lorenzo”) en una entrevista para la tele británica. Su interlocutora, gran admiradora del piloto español, le miró como miran las madres a los niños pequeños que quieren hacerse el gracioso en público y lo único que consiguen es hacer el ridículo… Por el camino, un tal Valentino Rossi demostró el “señorío cuarentón” que atesora y confesó que en su infierno de Ducati tuvo las mismas dudas que Lorenzo y que le entendía a la vez que esperaba que volviera a estar fuerte muy pronto.
Mientras tanto, las sesiones de entrenamientos en pista de viernes y sábado se sucedían con Jorge rodando a cuatro segundos de la cabeza de la tabla de tiempos. Atendiendo a la prensa, esta vez de manera ordenada, en inglés, italiano y español cada final de jornada en las instalaciones desmontables de Honda. Y sin entrar al trapo que, en el legítimo ejercicio de su trabajo, te pone el enviado más o menos especial de turno. Lorenzo tenía una hoja de ruta clara (“lo más importante era no cometer ninguna estupidez”, dijo el domingo). Y tampoco decirlas. Apuntó la brillantez de la pole de su compañero de equipo y se limitó a recordar, para reivindicarse como el profesional que es, que él es el único piloto de la historia que ha corrido un Gran Premio con la clavícula recién operada. Una gesta que provocó un cambio en la filosofía médica de MotoGP, que ya no permite estas locuras.
Y el domingo, la carrera, por fin. Muerto de dolor, atenazado aún por unas dudas (tan humanas que no me explico cómo no generan admiración o al menos la compasión de sus compañeros de fábrica) recién superadas, salió a la parrilla con el pundonor que le caracteriza y la prudencia que ahora le obliga. Dejó pasar al enjambre de pilotos que le rodeaban, fue testigo de excepción del “palazo” de Fabio y Dovi; o del error de libro de Zarco con Oliveira. Y se dedicó a “ganar” su carrera particular. Acabó a una distancia no mucho mayor que la de otros momentos críticos de este año, como Jerez. Y superando a varios pilotos, incluida una Honda. Nadie había puesto un dolar porque pudiera con esa veintena de vueltas a un trazado tan largo y exigente.
Lo he escrito, sí: Jorge Lorenzo ganó su carrera particular de este pasado domingo. Por eso este lunes de resaca de Gran Premio vengo venenoso con la idea que quiero aquilatar en la cabeza de la “parroquia pata negra” de MotoGP: que el Gran Premio de Gran Bretaña ha sido la mejor carrera de la temporada para Jorge Lorenzo. Hay una operación soterrada de acoso y derribo de este piloto (como la hubo contra Dani Pedrosa) pero los operarios de la demolición tuvieron que guardar silencio cuando le vieron regresar al box, entero y en los puntos. Por supuesto, para mí Lorenzo no tiene nada que demostrar y puede tomar la decisión que quiera cuando quiera, pero mi corazón me dice que el inicio de la recuperación total se ha puesto en marcha, este pasado domingo, en Silverstone.
Average Rating