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El 16 de agosto nos dejaba Peter Fonda, el inolvidable Wyatt de “Easy Rider”. Desde Moto1 queremos rendir un homenaje al hombre que convirtió en una cultura universal el mundo custom…

Peter Fonda nunca soportó ser solamente el hijo de Henry Fonda. A diferencia de su hermana Jane, él tuvo claro que, aunque no era en absoluto mal actor, la sombra de su mítico padre le perseguiría siempre y que no valía la pena ni intentarlo. Y como todos los jóvenes de su generación -había nacido en 1940- se enfrentó a ello desde lo que ahora llamamos “contracultura”: muchas drogas, muchas orgías, mucho LSD y mucho enfrentarse al sistema pese a ser uno de sus niños bonitos.
A Fonda nunca le gustó el rollo Hollywood; le gustaba hacer películas pero de las de la escuela de Roger Corman, ese cine independiente que sólo veían los progres, los hippies y los anarquistas. Y siguiendo esa estela, en 1969 rodó una extraña película sobre dos moteros colgados llamada “Easy Rider”.

Fonda hizo Easy Rider con 384.000 dólares, una cantidad ridícula, inferior -por ejemplo- a lo que costaba un episodio de Bonanza, una de las teleseries más populares del momento. Se rodó en siete semanas, envuelta en humo de marihuana, con los bajones post-ácido de Dennis Hopper amenazando la integridad física del equipo técnico y con la mitad de los diálogos improvisados porque los actores, de puro colgados se olvidaban el guión.
Y sin embargo aquel “bodrio hippie” -como lo calificaron algunos productores- se convirtió en un éxito mundial, ganó el Festival de Cannes, recaudó millones en taquilla y entró directamente en la historia del cine como la película por antonomasia sobre la contracultura motera. Fonda no volvió a hacer un papel con cierta trascendencia hasta la película “El oro de Ulises” en 1997 por el que fue nominado al Oscar como mejor actor y en cierta manera se congració con el Hollywood oficial.
Más allá de Easy Rider, Peter Fonda jamás renegó de su papel de “Capitán América” ni de su amor por las motos. Acudía con frecuencia a eventos moteros con su propia Harley-Davidson y reivindicaba la cultura custom como sinónimo de libertad.

Este mismo año, con ocasión de la presentación de la versión restaurada de su mítica película en el Festival de Cannes, el actor se despidió con unas palabras que hoy resultan premonitorias: “Fue un viaje estupendo. De una sucia habitación de motel en Toronto en el 67 a armar ruido en la costa de Cannes en el 69 y una carrera loca hacia los libros de historia del cine. Buscábamos América. ¿La encontraríamos hoy? No lo creo. ¿Realmente la cagamos? Por supuesto. 50 años después ¿la seguimos cagando? Por supuesto. Disfruten de la película restaurada. Canten las canciones. Ríanse. ¡Recuerden el espíritu! Encuentren el amor”.

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ale.garciamontes
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