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No aprendemos. Han pasado unas pocas horas desde que Marc Márquez conquistara su octava corona mundialista; y el debate se centra en las que no ha ganado aún.

Incluso antes del podio del Gran Premio de Tailandia, ya las redes ardían con el debate de siempre: ¿hasta dónde llegará, Marc Márquez? ¿Cuántos títulos ganará? Con el convencimiento metafísico de que Valentino Rossi será inexorablemente superado, los medios apuntan a Nieto o Agostini. Y a mí me entra un hálito de amargura cuando me doy cuenta de que, para la inmensa mayoría de la gente (los que ven retales de MotoGP en los telediarios) y para una buena parte de los aficionados y periodistas que nos quedamos sin saber ya qué decir ante semejante portento, sacar el debate del futuro permanente es un recurso donde nos refugiamos porque, en esto como en el resto de nuestra vida, no sabemos saborear como se debe, el presente.

Se lo ha dicho Marc Márquez a los colegas de la prensa en la comparecencia exclusiva del alirón, tras la carrera de Tailandia: la pelea por el noveno empieza en el próximo Gran Premio de Japón. Y Marc no dice toda la verdad (claro que todos los deportistas de élite piensan en los récords) pero tampoco miente cuando asegura que no le obsesiona: la ambición puede ser, equilibrada.  Y así es. Solamente abstrayéndote de los objetivos más lejanos, puedes concentrarte en los inmediatos. Y ahora, la triple corona de 2019, los títulos de piloto, fábrica y equipo; es lo que aparece en el horizonte de un piloto que está en plena negociación por la renovación de su contrato. Porque, dicho sea de paso: quiere quedarse en HRC mucho tiempo.

Santi Hernández, su jefe técnico, o Emilio Alzamora, su manager, no dejan de repetir que ganar un mundial no es nada fácil. Y eso es lo malo de todo esto: que parece que Marc lo hace con la gorra y es lo que compra la gente enseguida. Lo que cala es lo superficial y no lo más profundo, lo más difícil del éxito: mantenerse ahí arriba, año tras año. Entre todo este marasmo de estadísticas a futuro, nos perdemos el cómo. Ganando hasta cuando no es necesario. Aprendiendo de sus caídas; reduciéndolas del pasado año a este y superando la más inoportuna de la temporada: la del pasado viernes.

Marc Márquez es mucho más que un piloto superlativo. Su capacidad de liderazgo va más allá de su propio entorno, de los muros de su box. Su análisis de cada detalle del mundial se extiende la forma en la que controla a sus rivales. Cómo se la juega en los momentos clave y cómo juega señalando al nuevo contrincante “favorito” tras cada título que gana. Esto es lo realmente apasionante de estos ocho títulos: analizar la manera que han sido ganados, cada uno de ellos. Y no este “reggeaton” que parece flotar en el ambiente con el estribillo de moda: ¿y el noveno “pá” cuándo?

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ale.garciamontes
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