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Alguien había pensado que Marc Márquez se conformaría simplemente con sumar puntos para ser campeón? Después de la caída del viernes seguramente había sido lógico, pero las carreras, y los títulos, se disputan los domingos.

La 79ª victoria de Marc Márquez ha tenido como premio su octavo título mundial. Nadie podía imaginarse al piloto de Honda conformándose con acabar para ser campeón, haciendo sumas y calculando su diferencia con Andrea Dovizioso, pero después del terrible palo que se llevó el viernes, quizás podría llegar a planteárselo. Era razonable, ¿no? Pero despejó todas las dudas en la sesión clasificatoria del sábado, donde se cayó buscando el límite, intentando mejorar para lograr la pole. No, en carrera no se iba a conformar. Y no lo hizo.

Dejando a un lado sus marcas, todos los hitos que año tras año ha ido batiendo, lo mejor de Marc Márquez es ese carácter indómito que le lleva a no conformarse nunca. “Ha sido como lo había soñado: mi intención era intentar ganar la carrera”, ha confesado ante los micrófonos. Y ganar ante Fabio Quartararo, de forma más comprometida y difícil de lo que fue ganarle en Misano, donde el joven piloto de Yamaha ya había ejercido el control sobre la carrera, es una demostración de autoridad sobre el fenómeno que, por el momento, está llamado a poner en duda su dominio en el futuro. Quartararo está recibiendo clases magistrales que Márquez imparte a sabiendas de que, quizás muy pronto o quizás más tarde, recibirá de su propia medicina, por ley de vida.

Márquez gana por su ambición y por su fe. Cuando llegas a la última curva y tienes ambición, eres capaz de intentar responder, como él ha hecho con Quartararo en Chang. Pero cuando a mitad de carrera el francés rueda a ritmo de récord y se escapa a casi un segundo, Márquez ha tenido la suficiente fe para creer en sus posibilidades, convencido de que podrá llegar, de que merece la pena apretar y sufrir, y seguir presionando, buscando el límite. Y Márquez tenía razón por pensar así.

Antes puede que fuera un piloto explosivo e imprevisible, ahora es un mito precoz, un maduro campeón de 26 años que conserva la frescura de la adolescencia y disfruta ya de la serenidad de la veteranía, porque sabe controlar los tempos y manejar la presión. A eso se le llama plenitud. “El objetivo este año era caerse menos, aunque lo hemos estropeado un poco en esta última carrera…”, reconocía. “Lo que ha mejorado es la regularidad, porque ahora somos constantes en los momentos difíciles”, dice, destacando su impecable hoja de servicios en esta temporada: quince carreras, nueve victorias y cinco segundas posiciones… más el error de Austin, cuando se cayó liderando la carrera con una clara ventaja.

Marc Márquez: No me quiero relajar en las carreras que faltan

Y aún quedan cuatro carreras, y tiene mucho trabajo por hacer. En otro tiempo, los campeones ya coronados huían de las últimas carreras de la temporada. Ángel Nieto escapaba a Ibiza en cuanto podía; Giacomo Agostini evitaba los desplazamientos siempre que MV Agusta tuviera resuelto el título de campeones. Pero ahora los contratos exigen la presencia en el campeonato de principio a fin, sin licencias ni libranzas. Y Márquez volverá a correr sin concesiones: “No me quiero relajar en estas últimas carreras… ¿Qué tiene de diferente este título? Lo diferente es que cada año surgen rivales nuevos. Ahora el rival es Quartararo”.

Quartararo sonríe después de llorar de rabia y gritar dentro del casco, porque veía la victoria cerca, cada vez más cerca. Es un doctorando cuya tesis está dirigida por el mismísimo catedrático de MotoGP, el doctor Marc Márquez. “En el futuro quiero ser campeón del mundo de MotoGP, y esto no llega fácil. Hay mucho trabajo por hacer, por mi parte y por parte del equipo. Si no hubiese intentado ese  adelantamiento en la última curva no estaría satisfecho. Llegarán momentos mejores”, se dice con la convicción del que sabe que está dando los pasos adecuados, y que está en el sitio oportuno en el momento adecuado.

Yamaha tiene una papeleta complicada

Quien tiene una complicada papeleta es Lin Jarvis. ¿Cómo se podría justificar no darle todos los medios disponibles de Yamaha a Quartararo en 2020? ¿Y cómo explicar que el novato de un equipo satélite esté poniendo la cara colorada a los hombres de fábrica? Nunca antes fue tan complicado gestionar una situación así. Sea cual sea el plan de Yamaha para 2020, no conseguirá dar satisfacción a todo el mundo.

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ale.garciamontes
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