El propio Marc Márquez lo reconocía: “Hoy el más rápido era Maverick, pero yo he sabido jugar mis cartas”, dijo tras la carrera. Y es cierto. Márquez es el gran tahúr de las pistas, que siempre sabe jugar bien cada mano y siempre se guarda un as en la manga para responder ante cualquier situación. Estaba claro que ese as era la potencia de la Honda, que aprovechaba al máximo en la rápida entrada en la recta, de izquierdas, el sentido favorito de Márquez, y en la larga recta. Allí fue, milésima a milésima, trabajándose la última vuelta, con un adelantamiento por aceleración y potencia en velocidad máxima. Y una vez delante, Márquez supo defender la posición y se impuso con autoridad.
Ha sido su victoria más costosa, porque hoy Maverick Viñales era rapidísimo, tenía un ritmo inigualable, y su paso por el T2 y T3 era superior, y ahí cimentó todas sus posibilidades. Pero falló estrepitosamente en las primeras vueltas y no pudo aplicar ese ritmo desde la salida, aprovechando su posición en la pole position. Ese fue su primer error. El segundo fue la caída, una caída producto de la frustración, en un último y desesperado intento de superar a Márquez en el último lugar donde tenía oportunidad para hacerlo, pero llegó muy atropellado y se fue al suelo.
Márquez ha vuelto a demostrar su capacidad para controlar la situación y para controlar sus nervios. Y sigue fascinando con esa ambición sin límite. Se la tuvo que jugar mucho para ponerse a rueda de Viñales cuando este superó a Cal Crutchlow y cambió el ritmo de la carrera. De haber dudado en el adelantamiento al inglés, probablemente hoy sería Viñales quien estuviera celebrando la victoria.
Y luego está su talento para bailar en el alambre, siempre al filo del límite, y ahí se sabe superior. Sabe que cuando los neumáticos caen él tiene un sexto sentido que le permite controlar la situación como ningún otro. Pero lo que me sigue impresionando es cómo ha sabido transformar ese ímpetu de juventud, esa energía arrolladora que a veces le traicionaba, en una serenidad impresionante. Hace unos pocos años, en una carrera tan ajustada como ésta, no habría sido raro que Márquez hubiera terminado por los suelos o al menos hubiera padecido todo tipo de problemas, y eso que lo de Phillip Island no ha sido precisamente un camino de rosas… Pero ahí está Márquez, todo bajo control.
Lo cierto es que gracias a él, su equipo, el Repsol Honda, va a poder luchar por el título de escuderías, porque ya ha cazado al Team Ducati.
Jorge Lorenzo terminó a más de un minuto de Marc Márquez
Y es aquí donde nos encontramos con el polo opuesto del garaje, Jorge Lorenzo, que quedó a más de un minuto de su compañero. La situación es descorazonadora. No podemos decir que la Honda sólo funciona con Márquez, porque hoy Crutchlow ha sumado su tercer podio del año. Y Johann Zarco, en su estreno a lomos de la moto de Takaaki Nakagami, una Honda RC213V estándar (la versión 2018 de la moto de fábrica), le ha endosado 40 segundos, cua-ren-ta, a Lorenzo. Esta situación es inadmisible para cualquiera, es sencillamente inexplicable. ¿Tiene solución? Sólo lo saben Lorenzo y HRC.
Finalicemos con Valentino Rossi, que ha alcanzado las 400 carreras en el Mundial, una cifra inalcanzable para la mayoría de los pilotos, aunque sus últimos resultados están lejos de la grandeza que representa la figura del campeonísimo italiano. Es evidente que le falta la velocidad necesaria para aspirar a algo mayor, y acaba de alcanzar la sequía de victorias más larga de su carrera deportiva, 44 carreras. No obstante, Rossi incluso piensa en renovar su contrato de cara a 2021, y en Phillip Island aseguró que le encantaría poder correr en MotoGP contra su hermano Luca Marini. ¿Se puede permitir semejante lujo Yamaha? ¿Se lo puede permitir Honda con Lorenzo?
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