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La victoria de Viñales en el Gran Premio de Malasia ha quedado eclipsada por un título de Moto2 y el protagonismo de otros actores, en MotoGP. Lo importante: a Maverick le da igual.

Dicen los aristócratas británicos que no existe una mayor expresión de desprecio hacia los demás, por parte de quienes se saben superiores, que la extrema cortesía. Eso fue, exactamente, lo que Maverick Viñales puso en práctica con maestría verbal después de ganar, con magisterio de pilotaje, el Gran Premio de Malasia de MotoGP. Contó que el equipo, después del cero de Australia, le recibió en el box con un aplauso en lugar de estar enfadados. Que habían hecho un trabajo excelente todo el fin de semana, muy consistente. Y quiso dedicar la victoria de Sepang a todo el mundo que le apoya, sobre todo después del fiasco de Phillip Island.

Miente como un concejal, digo yo. Y añado: y muy bien que hace. Porque no he escogido “a boleo” la foto para esta entrada: bien que les ha ido, a los dos que le acompañan en la imagen, engañando (a siniestro, además) a medio mundo del mundial de los grandes premios. Maverick Viñales sabe que está solo. Tiene un reducido equipo de colaboradores, claro; pero ni dentro de ese círculo está vacunado del virus de los Judas que en la historia ha habido. Él lo sabe y por eso está dando el paso adelante que necesita: con finura impuesta, en la pista; y cortesía impostada fuera de ella.

Lo he escrito y dicho más veces: Mack tendría que ganar doce carreras seguidas para recuperar el crédito perdido entre los prebostes del equipo de fábrica de Iwata. Y queda una, este año; y el “caso Zarco” nos ha enseñado que, en lo que se refiere a los contratos, todo puede pasar, hasta que empiece el siguiente. También digo siempre (repetirse es morir) que un Gran Premio dura unos cien años, porque eso es lo que “pesa el tiempo que pasa” de un jueves de previa a “la carrera del siglo” de cada fin de semana. Hoy lo traigo de nuevo a colación por las declaraciones (ya olvidadas) de Jarvis, en las que hacía referencia a un “problema futurible” si Valentino Rossi decide seguir; y cómo poner bajo el mismo paraguas la necesidad de retener a Fabio Quartararo en Yamaha, elevando su rango a piloto oficial de la fábrica japonesa.

Así empezó Maverick Viñales un Gran Premio que acabó ganando: con el desprecio más rastrero (por la ausencia total de cortesía) de su jefe. Y siguió con la pole del favorito francés, el sábado. Pero Fabio naufragó en la salida, haciendo “un Maverick” mientras Maverick se marcaba “un Márquez” en toda regla. Para terminar la faena mintiendo sobre su futuro, en el que está trabajando desde que no soporta más un ambiente absolutamente entregado a la figura de Valentino y al futuro que representa Fabio. Suzuki le pone moto en 2021. Ducati le gustaría tenerlo ya en 2020. Y él se daja querer como mejor saben hacer todos los ganadores: escondiendo las cartas hasta el final d ela partida.

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