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Suelta la piedra, fariseo: no participes en un linchamiento orquestado e injusto.

 

Lo primero que me vino a la mente este pasado jueves, asistiendo a la destrucción pública de un (otro) piloto español, fue el Evangelio: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

Maverick Viñales ha hecho un montón de cosas mal a lo largo de su carrera deportiva. Pero someterlo a un proceso de linchamiento general es indigno. Insisto: bórrate de ese club siniestro. Estás a tiempo.

Mira un poco más arriba, un poco más lejos: hay claves que te están contando un montón de cosas, si tienes la personalidad suficiente para verlas. Vamos con algunas.

Para empezar, se lo decía a Máximo Sant en nuestros diálogos sobre ruedas de julio: lo que pasó en Assen (y el lunes después de Assen) fue un despropósito. Definitivo, sin duda.

A saber: un matrimonio roto no puede firmar los papeles del divorcio en junio y pretender vivir en armonía bajo el mismo techo hasta que casi acabe noviembre.

Yamaha y Maverick (en el podio) se despidieron y se fueron de veraneo sin cerrar un asunto clave: cómo vamos a gestionar la segunda mitad de la temporada. Y el debe en este asunto es de la fábrica mucho más que del piloto.

Sobre todo, cuando el del otro lado del garaje es el líder sólido de la clasificación general provisional de MotoGP. Vamos con un detalle que quizás no viste el pasado fin de semana.

Se apagó el semáforo del Gran Premio de Estiria y Viñales luchaba a saco con Fabio Quartararo, sin complejos. Algo que sin duda en su esquina del garaje no esperaban. Porque alguien le pidió que no lo hiciera.

Llegó la bandera roja y en la resalida la M1 de Maverick se caló en parrilla. El piloto perpetró una de sus peores actuaciones en carrera (rabia al gas incluida) y su padre estalló en redes sociales.

Sigamos. Lo que Yamaha anuncia el jueves de arranque de este Gran Premio de Austria lo podría haber hecho el lunes o martes pasado. Evitando la imagen del piloto abandonando el Red Bull Ring.

Esta mañana en el FP1 ha vuelto, por cierto. Vestido de Yamaha. Viendo las motos desde el vial. Y calentando rajada en Instagram.

La puesta en escena de Yamaha fue deliberada. La razón la tienes en El Príncipe de Maquiavelo: “cuando tengas que asestar un golpe a tu enemigo, asegúrate que sea tan fuerte que no pueda levantarse jamás”.

El aluvión de críticas al piloto no tardó de caer por su propio peso. Insisto: Maverick Viñales lleva demasiado tiempo cometiendo errores en su contra, pero lanzarlo a los leones así no tiene un pase.

Ole por Aleix Espargaró. Él tiene dos títulos del mundo de los de verdad (hijos) y sabe que a su amigo le ha cambiado la vida el suyo (Nina) y ha apoyado a Maverick a contracorriente.

Ya dije que si Aprilia había firmado en Assen con Maverick Viñales, lo habría hecho “en rebeldía” contra el sistema. Porque casi nadie le quiere en ese paddock.

Olvídate del vídeo del ruido del motor: Yamaha tiene poco que presumir sobre cómo gestiona problemas con sus propulsores. Es un despropósito del piloto y mucho más de la fábrica, sacarlo.

Y sobre la telemetría. Personalmente creo que, mientras MotoGP siga teniendo guardada en el cajón la de Marc Márquez en el #SepangClash 2015, no debería permitir que saliera a la luz ninguna otra.

Vamos terminando: que sueltes la piedra, coño; que ni Maverick ni mucho menos tú os merecéis ser manipulados de esta manera. Pero hay algo más.

MotoGP tiene una crisis interna de concepto; y de liderazgo. Las alarmas llevan años dando señales pero la inercia del sistema maquilla un escenario en el que está fallando la tramoya.

La todopoderosa Petronas, la que debería ser la Repsol de los próximos lustros, se baja del campeonato. Esto es mucho más grave de lo que parece; y veremos su recorrido futuro.

MotoGP no es un deporte, sino un negocio en manos de los fondos de capital que ahora compran el alma de los clubes modestos de la liga de fútbol en España.

Y por eso debe funcionar sin fisuras. Y por eso, también, fracturas como el caso Maverick Viñales (aún abierto, totalmente desbocado) pueden hacer un daño irreparable a todo el conjunto.

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ale.garciamontes
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