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Marc Márquez venció en MotoGP; la carrera final de un Gran Premio de Las Américas que jamás debió celebrarse.

De hecho hubo un triplete español en las tres categorías. El primero de 2021. Ninguno en 2020. Y yo vuelvo con mi matraca: ¿Y qué?

Desde el  jueves, el tema luctuoso que flota en el ambiente (Maverick Viñales se dio la vuelta en Houston) explotó, el viernes, por el lamentable estado del asfalto de Austin.

Esa tarde (de madrugada en Europa) había conatos de boicot por parte de algunos pilotos, que fueron ahogados (los conatos) por el sistema que rige MotoGP mucho antes de que se llamara así.

Y el sábado por la mañana todos a pista (o lo que aquello fuera) mientras Dorna le lanzaba un ultimátum a COTA: tenéis cinco meses para arreglar esto, o la próxima primavera no venimos.

Para colmo, se rumoreaba que los gringos rechazaban la amenaza. A fin de mes va para allá la Fórmula1: ya veréis cómo se ponen firmes cuando abra la boca Lewis Hamilton.

Voy a hablar de MotoGP antes que Moto3 y Moto2 porque esta vez celebro, al menos, que la carrera fuese manifiestamente aburrida. Fabio feliz detrás de Marc. Pecco satisfecho en el podio.

El trazado de COTA empezó a cobrarse sus víctimas: Nakagami, Zarco… Aleix Espargaró, con cinco caídas en todo el fin de semana. Recordando a Maverick con su hija en brazos en cada una de ellas, estoy convencido.

Mir golpeó a Miller. El español le pidió perdón en la vuelta de honor y el australiano le amenazó descaradamente. A mí me agarran así del casco y en Dazn me pasan de las motos al boxeo.

Y al final, palo para Joan Mir. ¿Hubo sanción para Jack en Losail? ¿Pidió perdón Miller a Mir, entonces? ¿Le agarró del casco y amenazó, el español al australiano, al final de aquella carrera? No a todo.

Los de Dirección de Carrera han hecho un movimiento pendular, lo que en el lenguaje cheli de Madrid se conoce como “de Pepín a Pepón”. De pasar de todo a pasarse de frenada.

Porque están acojonados. Porque saben que estamos más allá de la línea roja en estos momentos. Y porque el milagro de Acosta, Migno y Alcoba fue mucho más que un aviso.

El accidente de Moto3 de este domingo tiene una causa definida: la temeridad (demasiado tolerada) de los cambios de dirección en plena recta en las categorías de motos pequeñas.

Cuando Rossi le dio aquel bofetón con la mano abierta a Márquez en Termas 2015 (origen de todo ése odio) los especialistas dijeron que “era una maniobra típica” de categoría pequeña: barrer al costado con la moto.

Y de repente, dos carreras de sanción al que causó el incidente. A buenas horas mangas verdes. Hay muchos más peligros asociados a este deporte convertido (como tantos otros) en negocio-espectáculo. Asociados; y lamentablemente asumidos. Hasta ahora.

Porque ahora, digo hay uno nuevo: que se vaya el circo a freir puñetas. Lo sabe cada persona que lleva las lentejas a casa trabajando en un paddock, un medio de comunicación o una escuela de pilotos.

En Moto2, tercera seguida de Raúl Fernández, igualando a Marc como novato de Moto2 y en la pelea por ganar el título. Pero (y me perdonarán, que ya termino) después de unos días en los que el motociclismo ha sufrido más de la cuenta, sólo me queda decir: ¿Y qué?

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