La victoria de Pedro Acosta en la carrera de Moto3 de este pasado Portimao2 significaba la conquista del título antes de la última carrera, esta misma semana que viene, de Cheste.
Que Dennis Foggia llegara segundo o (como pasó) fuera derribado en la última vuelta daba igual mientras Acosta ganara la carrera. Por injusto que parezca; o que, de hecho, sea.
Dicen que Dennis no merecía perder así. Y es cierto. Pero es que además Pedro hubiera preferido verlo a su lado en algún cajón del podio y no echando del box al imprudente Binder.
El final de temporada del italiano ha sido proverbial. Como demenciales han sido, también, los problemas del español. Y ambos como punta de lanza en las dos mejores escuadras de Moto3.
Pedro Acosta no se ha cortado un pelo: “la vuelta de honor me la he pasado llorando, entera”. Por eso esta victoria de domingo, este ganar ganando en tu año de novato, es, sobre todo, un alivio.
Muchos hemos sido los periodistas y aficionados que hemos defendido que no pasaba nada si Acosta seguía con su hoja de ruta (Moto2 en 2022) sin el título de Moto3. Mentira.
De las gordas, además: porque nos engañábamos a nosotros mismos. También Pedro usaba el trampantojo del infravalor de los títulos que no se ponen en una torre con tu nombre. Falso.
Lo que significa ganar (aunque sea sólo) en MotoGP no lo vamos a discutir: nos lo puede explicar Fabio Quartararo, aunque hoy está muy ocupado pidiendo un motor de verdad a Yamaha.
No se trata de los títulos, se trataba del propio Pedro Acosta: un ciclón que había generado una ilusión bestial en primavera y que estaba teniendo problemas evidentes desde que se acabó el verano.
Hoy ha hablado de algunas de esas dificultades, de las que podía, por ejemplo: el estirón de estatura que le empezaba a sacar de su KTM de Moto3 por cada esquina del carenado.
Pero la categoría le ha castigado más de la cuenta: dos accidentes graves y la sensación de que los veintitantos pilotos de esta escuela van, en realidad, a un reformatorio. Moto3 es salvaje y
peligrosa.
Pedro Acosta estaba harto y, ojo, ha podido superar esta crisis con el mejor de los maquillajes: la victoria final. Pero su ansiedad por avanzar es un defecto que tendrá que trabajar en el futuro.
De hecho, si no fuera por su cumpleaños de 2022 (se tendría que perder las primeras carreras) es posible que hubiera dado el salto directo a MotoGP como va a hacer el villano oficial de hoy.
El Binder pequeño será piloto Yamaha el año que viene y Acosta no porque aún tiene 17 años. Así de sencillo, así de tremendo, está el mercado de MotoGP. También salvaje; y peligroso.
Pedro lo sabe y desde hace meses tiene prisa. Y esa prisa le ha perjudicado al final de este año. Por eso su victoria es un alivio: porque el fracaso puede hacerte una envolvente de la que no salgas en
años.
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