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Marc Márquez se enfrenta de nuevo al peor diagnóstico médico posible: la incertidumbre.

La mañana de este pasado martes yo estiraba, perezoso, el desayuno; y el teléfono empezó a sonar con esa insistencia que nunca apetece escuchar cuando el café está recién hecho.

Una voz familiar me desperezó de un bofetón: “Lacave, qué razón tenías diciéndole a Máximo que había que estar preocupados con la ausencia de Marc en Portugal”.

Esa persona, una de las que más y mejor ha conocido los más y mejores tiempos de los grandes premios, estaba realmente afectada por el anuncio de Marc Márquez en sus redes.

Acabamos la conversación con sensaciones muy negativas: “Es que al final se va a tener que retirar el mismo año que se va Rossi, tío.” Me decía casi sin aliento en sus palabras.

Lo que es cierto es que en la última carrera de Valentino en activo no estará Marc en la parrilla de salida. Y que el escenario de todo esto sea el circuito de Cheste es una coincidencia macabra.

El resto de la jornada fue un sin vivir de idas y venidas de wasaps y llamadas; de charlas de pantalla que viajaban de la incredulidad al cabreo ante la ausencia de respuestas.

Porque una vez más Marc Márquez se enfrenta al peor diagnóstico médico posible: la incertidumbre. Y una vez más hemos asistido a un cerrojo informativo previo muy negativo.

Como pasó en algunos momentos de 2020, es el piloto el que ha asumido la primicia de la comunicación de su estado dejando en segundo plano tanto a HRC como a Repsol.

Se va a cumplir un año de la última operación del brazo en Madrid; momento en el que Honda decidió, de nuevo, tomar la iniciativa de las informaciones a los medios. La crisis, hoy, es la misma.

Esta lesión asusta de verdad; porque es mucho más difícil de aventurar, no ya plazos, sino la propia recuperación; comparada con el más puñetero de los huesos del cuerpo humano.

Y estamos hablando del mejor piloto de MotoGP con el mejor contrato de la parrilla, en cantidad de millones por año. Que son treinta por cuatro. Y que quedan otros tres por cobrar.

Marc Márquez tendría que pagar cien millones de euros a Honda si quisiera subirse a otra moto antes del uno de enero de 2025. Pero hay otras cláusulas de rescisión escritas en negrita.

Honda ya tiene el señorío ganado con Marc en 2020, pagando la ficha del último año del anterior contrato (muy inferior) a pesar de la baja total del piloto. Ahora el escenario es otro.

Insisto: por la incertidumbre. Ni el propio doctor es capaz de hablar de plazo alguno. En el vídeo especial que sale este miércoles Máximo Sant y yo contamos detalles que no invitan a ser optimistas.

Ponernos en el peor escenario posible, para celebrar cada paso positivo que consiga Marc Márquez a partir de ahora, no es incompatible con el apoyo incondicional que merece el piloto, que en primer lugar es persona.

Esos ojos negros que tienen que seguir devorando con la mirada (como hacía el quinceañero Marc en 2008 cuando escuchaba) a cualquiera del paddock que tenga algo interesante que contar.

Esa cabeza privilegiada que debe recuperarse, de nuevo, de lo que aún hoy es el mayor reto médico que existe: las lesiones neurológicas (del ojo, del oído…) en sus diferentes versiones.

No es incompatible, al contrario: alejados de ilusiones que nos pueden llevar de nuevo a la frustración, podemos por fin centrarnos en algo más allá del icono de MotoGP: un ser humano que se llama Marc Márquez Alentá.

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ale.garciamontes
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