Hay una competencia en la que no hay reglas, límites de velocidad, ni siquiera un circuito en el que se prometa que, tanto corredores como espectadores, estarán seguros. Y a los aficionados les encanta
Hace más de cien años, en 1907 para ser exactos, la Isla de Mann fue el sitio en el que una veintena de motociclistas decidieron hacer una carrera. Tomaron como pista las calles de la pequeña nación, en ese entonces trazados para caballos principalmente, con piedras y gente en medio de su rutina, entre casas, iglesias y escuelas. La Isla de Mann, ubicada en el Mar de Irlanda, es independiente del resto de las islas británicas, de ahí que en la carrera que llevan a cabo cada año no haya límite de velocidad. De hecho, el resto de los días, la gente que ahí habita puede conducir hasta a 200 kilómetros por hora.
Hubo un tiempo en que esta competencia fue parte del Mundial de Motociclismo, de 1949 a 1976, hasta que su alta mortalidad la puso en un nicho aparte. Desde que existe, más de 240 pilotos han muerto, y tiene algunas de las historias más memorables del motociclismo profesional, con casos de corredores que llegaron directo a los pubs a absorber toda la cerveza posible antes del día del arranque, para después ir como alma que lleva el diablo sin siquiera hacer un reconocimiento para familiarizarse con los caminos. O el caso de Hailwood, quien en 1965 perdió el equilibrio, cayó en el pavimento, se partió la nariz y la frente, y de todas formas remontó su caballo de acero y ganó, con sangre por todos lados, como todo un guerrero.
Sin más preámbulo, te compartimos un video para que sepas de qué te hablamos. Advertencia: no intentes esto en tu ciudad.
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